miércoles, 30 de abril de 2014

BORRÓN Y CUENTA NUEVA

Ya comenté que yo lo daba todo por perdido, no por decir que era que no teniendo una pequeña ilusión de que fuese sí; no, lo decía porque lo sentía. Había sangrado tanto que en mi interior sabía que aquello no era bueno, que aquello no tenía que ser así para que mis pequeñines siguieran con mamá. Así que cuando repetí la beta y me llamaron del hospital 4 horas después para decirme que la los valores de la beta habían bajado tanto que daban por hecho que había perdido a mis pequeñuelos no supe si fue tristeza o desesperación lo que sintió mi corazón. Me dijeron que dejara de tomar la medicación y que fuera la semana siguiente a repetir la beta y a hablar con el doctorcito. 
 
Lloré yo sola porque papá Buda estaba trabajando. Llamé a mi hermana que vive bastante lejos y a mi madre que estaba de vacaciones en su pueblo. Ellas lloraron conmigo y hubieran dado lo que fuera por estar conmigo, lo sé, pero si eso hubiera servido para que mis pequeñuelos volvieran a estar dentro de mi las hubiera recibido con los brazos abiertos, pero en aquel momento no me sirvió de mucho consuelo. Cuando llegó papá Buda y se lo conté se puso a llorar... Él, que hasta ese momento había sido el fuerte, el que me decía q todo saldría bien, que seguro que reposando todo seguiría adelante; él lloraba como un madaleno y yo no podía consolarlo. La verdad es que fue un día duro, porque me incorporé al trabajo diciendo que había tenido una gastroenteritis (no sabían que estaba embarazada y no me pareció que necesitaran saber que había tenido un aborto) y tuve que fingir que estaba recuperadísima cuando me estaba muriendo por dentro. Además papá Buda tuvo que llamar a toda su familia para decirles que lo habíamos perdido y aquello fue algo por lo que no fue agradable pasar.

A la semana siguiente la beta aún daba signos de embarazo así que me dieron medicación para expulsar los restos. A la siguiente semana (prácticamente un mes después) me repitieron la beta (hasta las narices de madrugar para sacarme sangre y ver a las otras chicas que iban a su primera beta muy emocionadas) y de pronto los valores subieron... El doctorcito alucinado porque claro era prácticamente imposible que el embarazo hubiera renacido, encima después de tomar la medicación para expulsarlo. Me hicieron ecografías varios gines para, supongo, confirmar que no la había cagado. Como iba yo sola a todas esas citas, papá Buda me llamaba cada dos por tres y me pregunta, siempre esperanzado, a ver si seguía embarazada. Lo que es la ilusión y el no querer verlo. Al final decidieron que eran restos adheridos al útero y que como no los expulsaba repetirían la beta y si bajaba me harían legrado.

Así que a la semana siguiente, un mes después, y viendo que los valores de la beta iban bajando me hicieron un informe para que fuese a urgencias de mi hospital con él para que los gines me programaran un legrado. Fui un viernes, me repitieron la beta y me lo programaron para el día siguiente. Esa misma noche una amiga me dijo q estaba embarazada y que salía de cuentas el mismo día que hubiera salido yo....

La verdad es que cuando llegamos aquel sábado al hospital y me llevaron a quirófano yo ya no sentía nada. Era como si mi cuerpo estuviera vacío y el legrado fuera un mero trámite. Lo pasé fatal porque yo asimiló muy mal la anestesia y no la echo meando si no vomitando. Así que lo que debieran haber sido 4-5 horas se convirtieron en 12. Al final nos fuimos a casa y me metí en la cama hasta el día siguiente.

          
No volví al doctorcito hasta después de haber pasado la revisión de los 45 días (como si fuera un parto).  Era julio y hacía mucho calor y el hospital no tenía aire acondicionado, así que cuando le pregunté que ahora cómo íbamos a proceder (no había sobrevivido ningún congeladito para poderme transferir más adelante) me dijo que hacía mucho calor y que ya en septiembre hablaríamos. Puede que me pillara descolocada, sudorosa o ida, pero me fui de la consulta como fui. La verdad es que lo del doctorcito es para hacer un blog aparte.

El cuerpo es sabio y se recuperó pronto, pero la mente no lo es tanto y yo no me encontraba bien para plantearme nada de nuevo, así que aquel verano decidí hacer borrón y cuenta nueva.

miércoles, 2 de abril de 2014

PRIMER INTENTO

Digo que aquellas navidades con los nervios cargados porque a parte de esperar a que nos llamaran para empezar el tratamiento también esperaba los resultados de otros análisis de sangre. Parecía que me crecían los enanos, la verdad. En una revisión de digestivo me vieron que tenía las transaminasas disparadas y tenía q repetírmelos para descartar que el hígado no estuviera dañado. Pensando qué podía haberme hecho daño el único cambio era el tratamiento hormonal sustitutivo que estaba tomando, así que tuve que dejarlo para ver si era ese el problema. Y claro, yo acojonada y preocupada (a la par que cabreadísima con el mundo) porque estaba claro que mientras lo de las transaminasas existiera no iba a empezar con el tratamiento lo quisiera o no.

Y efectivamente, cuando el 2 de enero (con tó la resaca de nochevieja prácticamente, jiji) me llamó el gine para explicarme cómo íbamos a seguir y le conté lo del hígado, me explicó que habría q esperar a ver qué tal los nuevos análisis antes de empezar con nada así que quedamos en llamarle cuando supiera algo. No sabéis qué disgusto me llevé, cómo era posible que después de todo lo que habíamos esperado  para poner todo en marcha ahora tuviera que esperar otra vez por algo q se escapaba de mi control. No era justo ni por asomo, al menos eso pensaba yo!

Los análisis salieron bien y quedó claro que era cosa de las pastillas. Así que llamé al gine rápidamente para comentárselo y ver cuándo nos poníamos al lío. Entre tanto la chica que aporté al banco de óvulos estaba ya con toda la medicación para donar y se suponía que una vez que ella donara tenían que empezar a moverse con la que sería mi donante. Se me hizo eterno la espera de la llamadita de marras, pero llegó. Empecé con la meriestra en febrero y pinchazo de decaptyl y a esperar más instrucciones. Al contrario que en las clínicas privadas mi gine no me hizo ningún control o análisis para ver cómo iba el endometrio antes de la transferencia (aunque con el tiempo deduje que era cosa del doctorcito no de la seguridad social) ni me comentó las características de la donante de la que recibiría los óvulos. Únicamente sí tenía preferencia por alguna raza o si me daba igual (más opciones de que la transferencia fuera antes). Estaba claro que el doctorcito no hacía más que lanzarme indirectas para que fuera a su consulta privada pero yo no tenía prisa así que, y sin sonar racista, decidí esperar a que hubiera una donante, si no parecida a mi, si de mi misma raza. Ya que no iba a parecerse a mi, al menos no tener que dar más explicaciones de las necesarias a la gente a la que no le importaba.

Al final me llamaron a finales de febrero: la transfer iba a ser a principios de marzo. Estaba que ni me lo creía, estábamos en el lío ya!!!! Era justo antes de semana santa así q nos tocaría quedarnos en nuestra ciudad durante la betaespera pero no nos importaba nada si todo salía bien. El miércoles fuimos a que mi chico dejara sus bichitos (que manda narices que el resto de cosas lo hiciera yo sola y tuviera que acompañarle yo a él a dejar lo suyo, pero bueno ya hablaré más adelante del asunto) y ya sólo quedaba que llegara el viernes.

Lo cierto es q ese día no estaba nerviosa quizás porque ni me planteé que algo pudiera salir mal. No contemplé la opción de que no hubieran ido p´alante ningún embrión o que fueran de tan mala calidad que no sirvieran para transferirlos; y no por exceso de confianza si no por falta de información. El doctorcito se saltó esa parte. Cuando llegamos al hospital con mi mochilita con el camisón (prestado por mi madre), las zapatillas de casa y la botella de agua de 1 litro éramos como 2 niños el primer día de colegio. Y entonces me llamaron para decirme que habría transferencia y que tenía que empezar a beber agua, pero estaba tan drogada con la progesterona que recuerdo más bien poco de todo aquello. Coincidimos con otras dos parejas que también iban a hacerse un tratamiento, no de ovodonación pero al menos no estábamos solos.
 
Nos bajaron a la zona de quirófanos después de beberme prácticamente la botella de agua y tener la vejiga a punto de explotar. Fui la segunda y una vez q estuve dentro sentí la sensación de estar en el sitio correcto y cuando me transfirieron los embriones estuve tranquila sabiendo que todo iba a salir bien. Porque en mi foro interno no podía creer que pudiera ser de otra manera. Cuando salí con las piernas flexionadas y algo drogadeta todavía, papá Budita me dijo que iba a ser una mamá muy guapa y le quise aún más por eso.
 
Pasaron los 7 primeros días muuuuy lentos y al octavo día me levanté mareadísima y con ganas de vomitar. Por la noche tenía muchas nauseas así que aún a sabiendas que todo podía estar provocado por la medicación me compré el predictor. Yo, que había dicho y redicho que no me haría ningún pipitest antes del día de la beta me compré 2 a falta de uno. Y justo ese día parecía que no tenía ninguna gana de mear, yo que era de estar tol día meando. Así q cuando fui al baño y meé en aquel palito de la emoción me mojé toda la mano. Mientras me lavaba las manos y esperaba a que saliera lo que tuviera que salir sólo pensaba en qué pasaría si no había habido suerte, en cómo se lo tomaría papá Budita, mis padres...Y de pronto aparecieron las 2 rayitas rosas, ROSAS!! No podía creerlo, estaba embarazada y a la primera!! En cuanto llegó papá Budita y le enseñé el predictor me dio un abrazo que nunca olvidaré. Aún quedaban 5 días para hacernos la beta pero íbamos a ir con otro cuerpo. Mis padres y hermanos no cabían de alegría y creo que yo no podía pedir más.
 
El día de la beta (para las que no habéis pasado por esto, la beta es el nombre común que le damos al análisis de sangre donde se mide el nivel de la hormona HCG en la sangre que es la que determina si se está o no embarazada y que tiene que ir duplicándose de cierta manera para que sea indicativo de que el embarazo sigue su curso) iba muy nerviosa, porque aún sabiendo que había salido positivo tenía miedo a que hubiera sido un espejismo y la analítica me diera en toda la cara. Pero no, cuando me tocó entrar con el doctorcito (me tuvo esperando prácticamente hora y media porque ni siquiera me tenía citada, sin comentarios) me felicitó, me recetó más ácido fólico y que siguiera con la medicación. Fue una beta alta así que nos insinuó que podrían ser 2. Yo estaba encantada porque no me importaba que viniesen 2 ó 1 con tal de que todo fuera bien.
 
La semana siguiente tuve que ir a repetirme la beta y fui yo sola, papá Budita tenía que trabajar y como la noticia ya la teníamos ahora podía ir yo sin él. Ese fin de semana teníamos comida con su familia y como la mía ya lo sabía (ellos conocen toda mi historia) a él le hacía mucha ilusión contárselo (ellos no saben nada del tratamiento ni de mi problema de fertilidad) y decidimos hacerlo. Así que aquel domingo se lo contamos y no se lo creían, estaban muy contentos cosa que me sorprendió ya que mi familia política no es mucho de expresar emociones.
 
La siguiente semana fui a repetirme la beta, todo iba sobre ruedas: se duplicaba bien y lo siguiente era la eco para ver a mis saquitos y ver si eran uno o dos. No hubo tiempo, al día siguiente lo/s perdí. Fui al baño en el trabajo y me puse a sangrar como si hubiera un mañana. Llamé a papá Budita al trabajo y nos fuimos a urgencias. Yo seguía sangrando y me dolían mucho los ovarios así que no tenía muchas esperanzas de que aquello fuera a acabar bien. Estaban mi hermano y mi cuñada con nosotros, mis padres estaban de vacaciones  y no pudieron venir.  En la eco se veía un saquito así que me mandaron reposo y más progesterona.
 
Pasamos el finde como pudimos y el lunes llamé al hospital para contarles la situación, me dijeron que esperara a la repetición de la beta de esa semana pero yo ya sabía que estaba todo perdido y con esa idea fui al hospital.