viernes, 25 de julio de 2014

Y LLEGÓ EL PEQUEÑO BUDA

Ojalá pudiera decir que el pequeño Buda se quedó en la mini tripa de mami pero no fue así.
 
Echando la vista atrás me doy cuenta que hubo varios indicios de que la cosa no iba bien: continuas ganas de ir al baño como si el bebé estuviera ya apretándome la vejiga (casi ni estaba de 6 meses), contracciones continuas, dolores de útero... pero como los que saben me decían que todo estaba bien, no quise darme cuenta.
 
El domingo de madrugada me levanté al baño por quinta o sexta vez y al hacer pis eché un buen coágulo de sangre. Pegué un grito para despertar a papá Buda  y después de medio templar los nervios nos fuimos a urgencias. Allí me volvieron a colocar los cintos, ecografías, medición del cuello del útero y el bebé seguía estupendo pero yo estaba sangrando. Papá Buda se mareó de la tensión y se lo llevaron a boxes, así que imaginaros la situación: yo en paritorios con los cintos sin poder moverme y sin saber qué le pasaba al papi. Al final se quedó en una bajada de tensión por los nervios y lo subieron conmigo.
 
Estuve con los cintos puestos como hora y media con contracciones no dolorosas hasta que empezaron a dolerme. Venían cada 5 minutos y realmente era un dolor insoportable. Papá Buda no sabía ni qué hacer ni qué decir para calmarme, pero es que no había nada que pudiera hacer, dolía y listo.
 
Las gines nos dijeron que iban a ponerme medicación para intentar parar las contracciones y también corticoides para madurar los pulmones del bebé. Aún tengo todo aquello como en una nebulosa, como si no fuera conmigo, como si no me estuviera pasando a mi. No dormimos nada en toda la noche y a la mañana, cuando me llevaron a la habitación, llamamos a la familia para que supieran lo que estaba pasando. Mis padres viven al lado del hospital, así que estuvieron allí en un tris. Los padres de papá Buda también vinieron enseguida.
 
Las contracciones fueron remitiendo, así que parecía que la cosa iba mejorando aunque, dios sabe por qué, yo sabía que de aquella semana no pasaba y que el pequeño Buda vendría sí o sí. Pasé el lunes medianamente, sin menearme mucho de la cama y rezando para que la medicación sirviera de algo. Pero de madrugada, todo pasa de noche os habéis dado cuenta, volvieron las contracciones y me volvieron a llevar a paritorios. Ya no hubo maneras de pararlas y, gracias a dios, pudieron ponerme la segunda inyección de corticoides del tratamiento. Volvimos a llamar a mi madre para que viniera mientras papá Buda descansaba algo. Las contracciones eran cada vez más seguidas y la cantidad de gines que pasaban por la habitación aumentaba por momentos. El cuello del útero estaba cada vez más abierto y empezaba a dilatar. La verdad es que yo no hacia más que escuchar a otras chicas gritar por el dolor de las contracciones y lo único que podía pensar era en los afortunadas que eran de saber que estaban de parto.
 
Uno de los gines entró en la habitación y me dijo que había que sacar al bebé, que sospechaban que yo tenía algún tipo de infección  y que el cuerpo estaba tratando de expulsarlo. Así que entró papá Buda mientras nos explicaban que no podía ser parto natural porque al ser tan pequeño podía quedarse atascado en el conducto y que la única opción era una cesárea. No hacía más que repetirme si lo había entendido y fue justo entonces cuando yo me puse histérica. Me quería ir a casa, no quería que nadie me tocara y las auxiliares y matronas preparándome para la intervención, aquello parecía un circo, de verdad.
 
Papá Buda no sabía qué hacer e intentaba calmarme pero no había manera. Al final me metieron en quirófano y ni siquiera sé si me despedí de él. Me pusieron anestesia raquídea y algún tipo de relajante porque a parte de no sentirme de piernas para abajo, me entró un sopor increíble. Los gines me meneaban mientras sacaban a mi bebé pero yo no notaba nada de nada. De pronto oí a mi pequeño Buda llorar y me sonó a gloria, se acercó alguien (recuerdo más bien poco de aquello) con gafas rojas que me dijo que el pequeño estaba bien y que tenían que llevárselo. El pequeño Buda nació el martes a las 28 semanas de gestación y pesando 1.100 kg.
 
Me sacaron del quirófano y al primero que recuerdo es a mi suegro, qué cosas. Luego a papá Buda dándome besos. Eran las 3 de la tarde más o menos, no salí de la unidad de recuperación hasta las 9:30 de la noche. He de decir que yo no recuerdo nada, me quedé dormida según salí de la cesárea pero mientras estuve en el quirófano y recuperación me dieron taquicardias, la saturación de oxigeno bajó bastante y estuve enganchada al oxigeno y a un monitor de cardiopatía. Cuando me desperté tenía mucha sed pero no podía beber agua, así que me mojaban la boca como con una pistolilla. Vomité la anestesia, siempre me sienta fatal y no terminaba de despejarme pero realmente yo no era consciente de que mi familia y la  de papá Buda con él a la cabeza estaban fuera en un sin vivir.
 
Cuando me sacaron de allí me llevaron a la habitación y ellos pudieron respirar tranquilos. Papá Buda siempre me dice que le he quitado muchos años de vida por aquello. Le entiendo perfectamente. Me enseño la primera foto del pequeño Buda en la incubadora lleno de tubos y a mi me parecía irreal, como si eso no hubiera pasado. Mandamos la foto a los amigos y después nos quedamos dormidos. No descansamos mucho porque en los hospitales tocan diana a eso de las 7, así que a tomarme temperatura, a levantarme que hay que andar para que las grapas te tiren (eso es un pensamiento mío), y a decidir mientras la enfermera sostiene un sacaleches en la mano si vas a amamantar a tu hijo o no. Jesús qué presión! Yo ni me lo había planteado todavía, pero con esa perspectiva dije que sí, así que ahí comenzó mi larga relación con el sacaleches que contaré más adelante.
 
Me asearon y me dijeron que a la tarde podría acercarme a  ver al pequeño Buda, de eso nada les dije: yo voy ahora. Me llevó papá Buda en silla de ruedas hasta donde estaba mi pequeñín: respirando por si mismo y alimentándose por la tripota de la poquita leche que yo le había llevado. Y ese mismo día empezó nuestra historia en el hospital, una historia que duró prácticamente dos meses.

viernes, 11 de julio de 2014

QUÉ POCO DURA LO BUENO

Y empezamos con las citas, análisis, resultados... un trajín vaya. Como tenía más de 35 años me tocó hacerme la prueba de la glucosa también en el primer trimestre... La verdad es que no estuvo mal, me medio mareé al principio pero luego todo normal.

Los resultados dieron normales, la puñeta fue que la toxoplasmosis dio negativo así que nada de jamón, lomo, embutido... Me harté de comer jamón de york, de pavo... Porque parece que como no puedes comerlo más ganas te entran de hacerlo. Eso que mi mami me congeló un trocito de lomo ibérico, qué bueno. Eso sí, depende de con qué gine topes. La mía me dijo que sin problema, que si lo congelabas no pasaba nada y se podía comer; en cambio a una amiga le dijeron que ni congelándolo. Así que yo debí tener suerte.

Las semanas pasaron bastante rápido, no engordé demasiado y como no tuve ningún síntoma (exceptuando mis manchaditos) me encontraba estupendamente. Deseando que me saliera la barrigota para poder presumir, pero entre que yo algo ya tenía de serie y que parece que tenía bastante espacio interior, llegué a las 20 semanas y parecía que había engordado sin más. En el trabajo no lo dije hasta que no fue estrictamente necesario y al poco decidieron que ya no me necesitaban más. Así que empecé unas vacaciones laaaargas. Pero eso lo contaré más adelante.
 
La eco de las 20 semanas salió genial, nos dijeron que era niño y no veáis las risas que se echó Papá Budita porque mi madre iba a ser incapaz de pronunciar el nombre que habíamos elegido si era niño. Qué pobre mi mami, a día de hoy aún le cuesta. Pesaba y medía dentro de los límites normales, no se veía nada anormal en los órganos así que nos dieron cita para la siguiente y última eco. Mientras en mi ambulatorio me dieron cita para hacerme nuevamente análisis y la prueba de la glucosa para finales de agosto.
 
Estuvimos en nuestra ciudad hasta que arreglamos mis papeles del paro y luego nos fuimos de vacaciones. Primero al pueblo de papá Budita. La barriga ya empezaba a parecer de embarazada aunque aún costaba discernir la cosa. Las vacaciones empezaron bien: piscina, paseos, sobris... así que contentos. La única pega fue que me salieron granitos en la zona del escote y resultó ser alergia al sol, así que como estando embarazada no se puede ni tomar ni darse una nada, me pasé los 10 días debajo de la sombrilla. Sólo tenía morenos los pies, jajaj!
 
Después de 10 días en el pueblo de papá Budita, nos fuimos al mío. Allí hizo un calor horrible, se me pusieron los pies como dos bombos, me sudaban cosas que no creía ni que existieran; un horror vaya. Me pasaba el día dentro de la piscina, eso sí, con una camiseta por encima y un gorrito por si acaso. todo un show, vaya. Se iba acercando el final de las vacatas, como teníamos que volver a hacerme todas las pruebas, pues no íbamos a disfrutar de todo el mes de agosto. Y parece que mi cuerpo se olió algo porque zas!, una mañana al levantarme a hacer pis me limpié y había sangre... No sabía ni como reaccionar, desperté a papá Budita, a mi hermana que es médico; nos vestimos y nos fuimos al hospital de la capital. Allí, después de unas horas interminables me vio un gine y me dijo que todo estaba bien, que el bebé estaba bien, tenía suficiente líquido que no parecía que hubiera nada mal. Sí que se veía sangre en el conducto uterino y que podía ser un desprendimiento lateral de la placenta. Otra vez a tomar progesterona y reposo.
 
Mi pareja se derrumbó nada más llegar al hospital y ver cómo lloraba me hizo darme cuenta de que la cosa podía no ir bien, que yo estaba en la semana 24 y que si había algún problema nos iban a ingresar a un montón de kilómetros de casa y sin saber si mi pequeño Buda iba a estar bien. Así que cuando me dieron el alta y volvimos al pueblo, me pasé el resto de los días de la cama al sofá y del sofá a la cama. Al final dejé de sangrar y respiramos algo más tranquilos.
 
Volvimos a casa un sábado y todo bien, pero al día siguiente; el domingo por la noche volví a manchar y vuelta a urgencias. Allí me pusieron los cintos y claramente tenía contracciones. El bebé seguía estupendo, dando vueltas y más vueltas por la placenta, así que otra vez reposo y que si veía que con descanso no me desaparecían las contracciones volviera. Estaba un poco harta del dichoso reposo porque yo veía que aquello sólo evitaba que sangrara pero tenía todo el día la tripa durísima, no podía ni vestirme porque la cosa se ponía a cien... Y encima cuando fui a los resultados con la gine la matrona me dijo que no pensara en ello, que diera paseítos y no sé qué más chorradas....
 
Aquel día con la gine justo hací yo 28 semanas. La verdad es que había sido una semana rara: continuas ganas de mear, dolor de útero y riñones... Ella me exploró y todo ok, el cuello del útero cerrado, el bebé bien, ya no manchaba...  Así que me dieron la siguiente cita y listo. Eso fue un viernes, el domingo empezaron las contracciones de parto.

miércoles, 28 de mayo de 2014

LA ESPERA SÍ DESESPERA

Y llegó septiembre y yo, físicamente, ya estaba preparada; aunque mentalmente fuera otra cosa. Sinceramente es curioso cómo el cuerpo le pide a la mente que tire pálante y que se recupere; y es curioso, también, cómo la mente le dice al cuerpo que aminore la velocidad que se está mareando. No sé, incluso sabiendo que era una cosita de menos de 1 cm era mío y mi mente no lo dejaba irse. Aún así tiré palante como pude y fui buscando, poco a poco, la ilusión que tenía la primera vez.
 
 Fui a la consulta del doctorcito con la donante que yo llevaba para acelerar los trámites. Nos dijo que todo bien, que ella empezara con la medicación y que nos iría llamando para seguir con el proceso.
Como para noviembre no me habían llamado, llamé yo y resulta, oh casualidades, en noviembre y diciembre no hacían tratamientos (supongo que para no perderse las vacatas de navidades o vete tú a saber por qué) y que me llamarían ellos.
 
Me llamaron a mediados de enero para que empezara con la meriestra y luego ya las indicaciones de cuándo empezar con la progesterona. Estaba que no cabía en mi misma de alegría, allí estábamos otra vez en el lío y encima en enero, que no iba a coincidir con las mismas fechas del año anterior. El fin de semana anterior a la transfer teníamos reservado papá Budita y yo un finde romántico por su cumpleaños. Fue una verdadera jodienda el que no pudiéramos mantener relaciones desde el viernes jajajaj!
 
Pero no todo iba a ser tan fácil, no. Fuimos a llevar los soldaditos del papi para que los fecundaran con los óvulos de la donante y al mediodía me llaman que no han podido sacarle nada a la donante y que se cancela la transferencia. Bajonazo total! El doctorcito se comprometió a buscarme una donantes lo antes posible, así q a dejar medicación, esperar regla y llamadita. Parecía que todo tenía q salirnos mal y empezaba a desesperarme. Es cierto que la espera desespera.
 
Al final nos llamaron en marzo y la transfer coincidió, una vez más, con la Semana Santa... Así que a quedarse en nuestra ciudad. El día de la transfer coincidimos con otra pareja de nuestra ciudad y fue curioso la transparencia con la que hablaban del tema de la ovodonación cuando yo sólo lo hablaba con 2 personas más allá de mi familia y papá Budita. Ojalá fuera yo capaz de quitarme esa losa de encima...
 
Otra vez a por la betadesespera y aunque sentía que esta vez sí saldría bien, mis miedos empezaron cuando al ir a una revisión del dentista manché cuatro o cinco hilillos marrones. Todo el mundo me decía que era normal, que era el sangrado de implantación; pero yo no dejaba de pensar que esta vez no había llegado ni siquiera a la beta y que quizás yo y mi cuerpo no estábamos hechos para ser madres. También esta vez me hice 2 predictors y los 2 positivos, más contenta imposible aunque en el fondo tuviera ese miedo por los malditos hilillos.
 
La primera beta dio un buen número y muy contentos, a la segunda ya fui manchando y con un pesar inmenso. Ni el doctorcito ni en urgencias quisieron hacerme ecos vaginales para no "enredar" en demasía y perjudicarme más que ayudarme. Decidí tomar la progesterona vía oral en lugar de vía vaginal, porque cada vez que me introducía las cápsulas sangraba, así que me pasaba las mañanas y las noches prácticamente drogada. Las siguientes betas fueron subiendo y en la semana 7 nos hicieron la primera eco en el hospital de la ciudad del tratamiento, para ver si eran 2 o 1 saquito, si estaba todo bien, cuánto medían... No sabéis la llantera que nos pegamos papá  Budita y yo cuando oímos latir el corazón del pequeño Buda por primera vez; no sé ni cómo explicarlo...
 
Hasta la semana 10 no dejé de manchar y juro que era un come-come continuo cada vez que iba al baño pensando que me iba a pasar lo mismo que la otra vez. Y no dejaba de jurarme a mi misma que si volvía a perderlo/s no iba a pasar nuevamente por lo mismo. Esta vez ni siquiera mi cuerpo iba a estar preparado.
 
Después de la ecografía estuvimos con el doctorcito y esa fue la última vez que estuve con él, a partir de entonces a mi médico de cabecera, a la matrona y gines de mi centro de salud y revisiones de un embarazo normal (natural, vaya).
 
Y ahí, señores y señoras, fue cuándo realmente empecé a disfrutar de mi embarazo.

miércoles, 30 de abril de 2014

BORRÓN Y CUENTA NUEVA

Ya comenté que yo lo daba todo por perdido, no por decir que era que no teniendo una pequeña ilusión de que fuese sí; no, lo decía porque lo sentía. Había sangrado tanto que en mi interior sabía que aquello no era bueno, que aquello no tenía que ser así para que mis pequeñines siguieran con mamá. Así que cuando repetí la beta y me llamaron del hospital 4 horas después para decirme que la los valores de la beta habían bajado tanto que daban por hecho que había perdido a mis pequeñuelos no supe si fue tristeza o desesperación lo que sintió mi corazón. Me dijeron que dejara de tomar la medicación y que fuera la semana siguiente a repetir la beta y a hablar con el doctorcito. 
 
Lloré yo sola porque papá Buda estaba trabajando. Llamé a mi hermana que vive bastante lejos y a mi madre que estaba de vacaciones en su pueblo. Ellas lloraron conmigo y hubieran dado lo que fuera por estar conmigo, lo sé, pero si eso hubiera servido para que mis pequeñuelos volvieran a estar dentro de mi las hubiera recibido con los brazos abiertos, pero en aquel momento no me sirvió de mucho consuelo. Cuando llegó papá Buda y se lo conté se puso a llorar... Él, que hasta ese momento había sido el fuerte, el que me decía q todo saldría bien, que seguro que reposando todo seguiría adelante; él lloraba como un madaleno y yo no podía consolarlo. La verdad es que fue un día duro, porque me incorporé al trabajo diciendo que había tenido una gastroenteritis (no sabían que estaba embarazada y no me pareció que necesitaran saber que había tenido un aborto) y tuve que fingir que estaba recuperadísima cuando me estaba muriendo por dentro. Además papá Buda tuvo que llamar a toda su familia para decirles que lo habíamos perdido y aquello fue algo por lo que no fue agradable pasar.

A la semana siguiente la beta aún daba signos de embarazo así que me dieron medicación para expulsar los restos. A la siguiente semana (prácticamente un mes después) me repitieron la beta (hasta las narices de madrugar para sacarme sangre y ver a las otras chicas que iban a su primera beta muy emocionadas) y de pronto los valores subieron... El doctorcito alucinado porque claro era prácticamente imposible que el embarazo hubiera renacido, encima después de tomar la medicación para expulsarlo. Me hicieron ecografías varios gines para, supongo, confirmar que no la había cagado. Como iba yo sola a todas esas citas, papá Buda me llamaba cada dos por tres y me pregunta, siempre esperanzado, a ver si seguía embarazada. Lo que es la ilusión y el no querer verlo. Al final decidieron que eran restos adheridos al útero y que como no los expulsaba repetirían la beta y si bajaba me harían legrado.

Así que a la semana siguiente, un mes después, y viendo que los valores de la beta iban bajando me hicieron un informe para que fuese a urgencias de mi hospital con él para que los gines me programaran un legrado. Fui un viernes, me repitieron la beta y me lo programaron para el día siguiente. Esa misma noche una amiga me dijo q estaba embarazada y que salía de cuentas el mismo día que hubiera salido yo....

La verdad es que cuando llegamos aquel sábado al hospital y me llevaron a quirófano yo ya no sentía nada. Era como si mi cuerpo estuviera vacío y el legrado fuera un mero trámite. Lo pasé fatal porque yo asimiló muy mal la anestesia y no la echo meando si no vomitando. Así que lo que debieran haber sido 4-5 horas se convirtieron en 12. Al final nos fuimos a casa y me metí en la cama hasta el día siguiente.

          
No volví al doctorcito hasta después de haber pasado la revisión de los 45 días (como si fuera un parto).  Era julio y hacía mucho calor y el hospital no tenía aire acondicionado, así que cuando le pregunté que ahora cómo íbamos a proceder (no había sobrevivido ningún congeladito para poderme transferir más adelante) me dijo que hacía mucho calor y que ya en septiembre hablaríamos. Puede que me pillara descolocada, sudorosa o ida, pero me fui de la consulta como fui. La verdad es que lo del doctorcito es para hacer un blog aparte.

El cuerpo es sabio y se recuperó pronto, pero la mente no lo es tanto y yo no me encontraba bien para plantearme nada de nuevo, así que aquel verano decidí hacer borrón y cuenta nueva.

miércoles, 2 de abril de 2014

PRIMER INTENTO

Digo que aquellas navidades con los nervios cargados porque a parte de esperar a que nos llamaran para empezar el tratamiento también esperaba los resultados de otros análisis de sangre. Parecía que me crecían los enanos, la verdad. En una revisión de digestivo me vieron que tenía las transaminasas disparadas y tenía q repetírmelos para descartar que el hígado no estuviera dañado. Pensando qué podía haberme hecho daño el único cambio era el tratamiento hormonal sustitutivo que estaba tomando, así que tuve que dejarlo para ver si era ese el problema. Y claro, yo acojonada y preocupada (a la par que cabreadísima con el mundo) porque estaba claro que mientras lo de las transaminasas existiera no iba a empezar con el tratamiento lo quisiera o no.

Y efectivamente, cuando el 2 de enero (con tó la resaca de nochevieja prácticamente, jiji) me llamó el gine para explicarme cómo íbamos a seguir y le conté lo del hígado, me explicó que habría q esperar a ver qué tal los nuevos análisis antes de empezar con nada así que quedamos en llamarle cuando supiera algo. No sabéis qué disgusto me llevé, cómo era posible que después de todo lo que habíamos esperado  para poner todo en marcha ahora tuviera que esperar otra vez por algo q se escapaba de mi control. No era justo ni por asomo, al menos eso pensaba yo!

Los análisis salieron bien y quedó claro que era cosa de las pastillas. Así que llamé al gine rápidamente para comentárselo y ver cuándo nos poníamos al lío. Entre tanto la chica que aporté al banco de óvulos estaba ya con toda la medicación para donar y se suponía que una vez que ella donara tenían que empezar a moverse con la que sería mi donante. Se me hizo eterno la espera de la llamadita de marras, pero llegó. Empecé con la meriestra en febrero y pinchazo de decaptyl y a esperar más instrucciones. Al contrario que en las clínicas privadas mi gine no me hizo ningún control o análisis para ver cómo iba el endometrio antes de la transferencia (aunque con el tiempo deduje que era cosa del doctorcito no de la seguridad social) ni me comentó las características de la donante de la que recibiría los óvulos. Únicamente sí tenía preferencia por alguna raza o si me daba igual (más opciones de que la transferencia fuera antes). Estaba claro que el doctorcito no hacía más que lanzarme indirectas para que fuera a su consulta privada pero yo no tenía prisa así que, y sin sonar racista, decidí esperar a que hubiera una donante, si no parecida a mi, si de mi misma raza. Ya que no iba a parecerse a mi, al menos no tener que dar más explicaciones de las necesarias a la gente a la que no le importaba.

Al final me llamaron a finales de febrero: la transfer iba a ser a principios de marzo. Estaba que ni me lo creía, estábamos en el lío ya!!!! Era justo antes de semana santa así q nos tocaría quedarnos en nuestra ciudad durante la betaespera pero no nos importaba nada si todo salía bien. El miércoles fuimos a que mi chico dejara sus bichitos (que manda narices que el resto de cosas lo hiciera yo sola y tuviera que acompañarle yo a él a dejar lo suyo, pero bueno ya hablaré más adelante del asunto) y ya sólo quedaba que llegara el viernes.

Lo cierto es q ese día no estaba nerviosa quizás porque ni me planteé que algo pudiera salir mal. No contemplé la opción de que no hubieran ido p´alante ningún embrión o que fueran de tan mala calidad que no sirvieran para transferirlos; y no por exceso de confianza si no por falta de información. El doctorcito se saltó esa parte. Cuando llegamos al hospital con mi mochilita con el camisón (prestado por mi madre), las zapatillas de casa y la botella de agua de 1 litro éramos como 2 niños el primer día de colegio. Y entonces me llamaron para decirme que habría transferencia y que tenía que empezar a beber agua, pero estaba tan drogada con la progesterona que recuerdo más bien poco de todo aquello. Coincidimos con otras dos parejas que también iban a hacerse un tratamiento, no de ovodonación pero al menos no estábamos solos.
 
Nos bajaron a la zona de quirófanos después de beberme prácticamente la botella de agua y tener la vejiga a punto de explotar. Fui la segunda y una vez q estuve dentro sentí la sensación de estar en el sitio correcto y cuando me transfirieron los embriones estuve tranquila sabiendo que todo iba a salir bien. Porque en mi foro interno no podía creer que pudiera ser de otra manera. Cuando salí con las piernas flexionadas y algo drogadeta todavía, papá Budita me dijo que iba a ser una mamá muy guapa y le quise aún más por eso.
 
Pasaron los 7 primeros días muuuuy lentos y al octavo día me levanté mareadísima y con ganas de vomitar. Por la noche tenía muchas nauseas así que aún a sabiendas que todo podía estar provocado por la medicación me compré el predictor. Yo, que había dicho y redicho que no me haría ningún pipitest antes del día de la beta me compré 2 a falta de uno. Y justo ese día parecía que no tenía ninguna gana de mear, yo que era de estar tol día meando. Así q cuando fui al baño y meé en aquel palito de la emoción me mojé toda la mano. Mientras me lavaba las manos y esperaba a que saliera lo que tuviera que salir sólo pensaba en qué pasaría si no había habido suerte, en cómo se lo tomaría papá Budita, mis padres...Y de pronto aparecieron las 2 rayitas rosas, ROSAS!! No podía creerlo, estaba embarazada y a la primera!! En cuanto llegó papá Budita y le enseñé el predictor me dio un abrazo que nunca olvidaré. Aún quedaban 5 días para hacernos la beta pero íbamos a ir con otro cuerpo. Mis padres y hermanos no cabían de alegría y creo que yo no podía pedir más.
 
El día de la beta (para las que no habéis pasado por esto, la beta es el nombre común que le damos al análisis de sangre donde se mide el nivel de la hormona HCG en la sangre que es la que determina si se está o no embarazada y que tiene que ir duplicándose de cierta manera para que sea indicativo de que el embarazo sigue su curso) iba muy nerviosa, porque aún sabiendo que había salido positivo tenía miedo a que hubiera sido un espejismo y la analítica me diera en toda la cara. Pero no, cuando me tocó entrar con el doctorcito (me tuvo esperando prácticamente hora y media porque ni siquiera me tenía citada, sin comentarios) me felicitó, me recetó más ácido fólico y que siguiera con la medicación. Fue una beta alta así que nos insinuó que podrían ser 2. Yo estaba encantada porque no me importaba que viniesen 2 ó 1 con tal de que todo fuera bien.
 
La semana siguiente tuve que ir a repetirme la beta y fui yo sola, papá Budita tenía que trabajar y como la noticia ya la teníamos ahora podía ir yo sin él. Ese fin de semana teníamos comida con su familia y como la mía ya lo sabía (ellos conocen toda mi historia) a él le hacía mucha ilusión contárselo (ellos no saben nada del tratamiento ni de mi problema de fertilidad) y decidimos hacerlo. Así que aquel domingo se lo contamos y no se lo creían, estaban muy contentos cosa que me sorprendió ya que mi familia política no es mucho de expresar emociones.
 
La siguiente semana fui a repetirme la beta, todo iba sobre ruedas: se duplicaba bien y lo siguiente era la eco para ver a mis saquitos y ver si eran uno o dos. No hubo tiempo, al día siguiente lo/s perdí. Fui al baño en el trabajo y me puse a sangrar como si hubiera un mañana. Llamé a papá Budita al trabajo y nos fuimos a urgencias. Yo seguía sangrando y me dolían mucho los ovarios así que no tenía muchas esperanzas de que aquello fuera a acabar bien. Estaban mi hermano y mi cuñada con nosotros, mis padres estaban de vacaciones  y no pudieron venir.  En la eco se veía un saquito así que me mandaron reposo y más progesterona.
 
Pasamos el finde como pudimos y el lunes llamé al hospital para contarles la situación, me dijeron que esperara a la repetición de la beta de esa semana pero yo ya sabía que estaba todo perdido y con esa idea fui al hospital.



martes, 18 de marzo de 2014

COMENZAMOS

Y digo que fue un septiembre caluroso, sin tenerlo yo muy claro. Quizás sí hizo calor o quizás era la abarrotada sala de espera de infertilidad del hospital la que emanaba aquel calor. No sé, pero cuando papá Buda y yo llegamos al hospital de la ciudad de al lado nos sentimos como Paco Martínez Soria en la capital, nos faltaba nada más la cesta con gallinas. Gracias a dios, que aquello estaba lleno de parejas que estaban en lo suyo y no nos prestaron mucha atención.
 
Fue en ese momento cuando el por qué a mi, se convirtió en el por qué a tanta gente. Cierto es que no todos estaban para ovodonación, creo que una mínima parte si soy realista; pero aquellas parejas tenían problemas de infertilidad como yo, y aunque no consuele, me hizo sentir menos sola en el mundo.  Lo primero que recuerdo de aquel día fue un comentario, no muy afortunado he de decir, de papá Buda. Estábamos charlando sobre la de personas que había y me soltó algo así como que hay que ver la de mujeres que tienen problemas para quedarse embarazadas. Me sentó como una patada en la tripa, yo que pensaba que me entendía, que sabía como me sentía con respecto a ese tema... Y por mucho que se disculpó y que apeló a la ignorancia de ese tema hasta que me conoció, siempre me ha quedado la duda de si hubiéramos pasado por todo lo pasado si hubiera sido él el que hubiera tenido problemas de fertilidad. Pero otro día hablaré largo y tendido de él.
 
Cuando nos tocó entrar conocimos al que sería nuestro médico hasta el final. Era un tío extraño, mezcla entre agradable y extraño, papá Buda dice que a él le parece simpático; yo aún no le he cogido el punto. El doctor cogió nuestro informe y me confirmó que tendríamos que pasar por la ovodonación para llegar a ser padres. Nos explicó cómo funciona el proceso y por todo lo que tendríamos que pasar antes de llegar al día de la transferencia.
 
Primero nos contó que en la seguridad social no existe un banco de óvulos o semen como puede existir en las clínicas privadas, la gente no somos demasiado altruistas que digamos. Así que para poder buscarme a mi una donante, yo tenía que llevar a otra para aportar al programa. Me explico, yo buscaba una donante que pasaría todos los controles necesarios para poder donar y que sus óvulos sirvieran para ayudar a otra pareja. A su vez otra pareja llevaría la donante que me regalaría a mi sus óvulos. Una vez que encontráramos a la donante volveríamos a la consulta para empezar con los controles y ya seguiría explicándonos como seguir. No fue muy alentador con el tema de donantes, pero también hemos de decir que tenía consulta privada y se empeñaba en derivarnos sutilmente hacia ella.
 
Cuando salimos de allí estábamos más liados que al principio, muchas más dudas, más preguntas y ahí fue donde encontré un foro de ovodonación donde conocí a gente estupenda y que me ayudó como no imaginan. Me informaron sobre cómo buscar donante, como afrontar todo lo que se me venía... todo lo que necesité y más; por eso les estoy tan agradecida.
 
Una vez que tuvimos claro que para buscar a la donante necesitábamos poner un anuncio, nos entró la duda de cuándo empezar a buscarla. Yo creo que nos entró el miedo de que todo empezara ya y nos había pillado en bragas, con mil cosas por decidir y hablar. No sé, empezó a girar la rueda y nosotros no estábamos preparados. Aún así pusimos el anuncio aquella semana pensando que tardaríamos en encontrar a alguien, pero no  fue así. La encontramos enseguida, y una vez que aclaramos todas las condiciones pedimos cita para volver a ver a mi amigo el doctor.
 
Nos dieron cita un viernes y le explicó todo a la donante: pruebas genéticas para descartar cualquier enfermedad, citologías, ecos, medicación... todo para que en diciembre  volviéramos a la consulta y nos dieran las siguientes instrucciones como decía él. Y diciembre llegó, todas las pruebas de la donante eran ok así que empezó con la medicación para que cuando la llamaran para donar estuviera lista.
 
A quedó en llamarme en enero y fueron las navidades más ansiosas que he vivido.

domingo, 23 de febrero de 2014

LA LUCHA

Toca hablar de la seguridad social, a la que hoy por hoy estoy inmeeeensamente agradecida porque me ha dado lo más bonito que tengo: mi Budita. Pero en un pasado fue mi peor pesadilla. Como ya comenté en la anterior entrada se me pasó la revisión anual con el gine del hospital y que acabé en el del ambulatorio porque me dijo que él también podía tratarme, ja! Qué ilusa.
 
Cuando los gines de ambulatorio dejaron de hacer revisiones y te mandaban directamente a la matrona, me di cuenta de que el seguimiento que me hacían no era el de alguien con mi problema, si no el de alguien que pasa controles ginecológicos rutinarios. Así que empecé por comentarle que el anticonceptivo que me había recetado me estaba poniendo como una vaca, mala cara: que era el más suave de los anticonceptivos, que si patatín que si patatán... y yo insistiendo en que a mi no me iba bien hasta que, por aburrimiento, me los cambió. Después que si ella, sí esta vez me tocó mujer, ya no me iba a ver más hasta que me tocara la citología y que cualquier duda a la matrona.
 
Una de las revisiones, en las que yo ya salía con papa Budita, decidí preguntar qué pasos tendría que seguir para quedarme embarazada (en mi ciudad no hay ovodonación). Yo tenía muy claro que sería por ovodonación porque así me lo explicó en una de las últimas citas el gine del  hospital, pero quería saber cómo empezar, los pasos a dar...  Total que el día que me toca matrona y le preguntó que qué tendría que hacer para quedarme embarazada, me mira con ojos de loca como si yo fuera idiota y me suelta: pues dejar de tomar la píldora para empezar... Y entonces a mi se me encendieron todas las alarmas porque me di cuenta de que había estado perdiendo el tiempo durante muchos años y que esos gines no iban a saber tratarme y que mucho menos se habían molestado en leer mi historial.
 
Y me fui a atención al paciente a pedir cambio de gine y que me remitieran al del hospital directamente. Respuesta de la seg. social: los profesionales de mi centro de salud estaban capacitados para llevar mi caso; vuelta a reclamar, misma respuesta. Así que viendo que por ese camino no iba a lograr nada, pedí cita con la matrona para que me pasase con la gine. En aquella consulta me sentí como si realmente fuera idiota, me explico; llevé mi historial médico (lo solicité en atención al paciente), le expliqué mi situación y qué había comentado con el gine del hospital y todavía tuve que escuchar que me fuese de fin de semana romántico, relajadita y vería como conseguía quedarme embarazada. Hice de tripas corazón para no arrancarle de cuajo la cabeza y le pedí amablemente que me diera el volante para pedir cita con el gine del hospital. Al final me lo hizo prácticamente como perdonándome la vida, pero me lo hizo que fue lo que a mi me importó en aquel momento.
 
En esto yo ya tenía 34 años y tuve que esperar prácticamente otro año para que me dieran consulta con el ginecólogo del hospital. Y aunque sentía que no era mayor para ciertas cosas, si empezaba a serlo para otras como los tratamientos. Porque había que confiar en que me llamaran pronto del otro hospital, que el proceso de la donante no fuera muy lento, que el tratamiento funcionara a la primera... En fin, muchos factores.
 
A los 35 me citaron en mi hospital, ya con papá Budita. Nos hicieron estudios a los dos y tras hacer el informe lo mandaron al hospital de la ciudad del a lado que es la que lleva el tema de ovodonación. De allí tendrían que llamarme para darnos la primera cita, nos la dieron relativamente pronto: para 6 meses, las listas estaban en un rango de espera de entre 1 y 2 años. Yo tuve suerte o qué sé yo y empecé un septiembre de calor y lleno de esperanzas.