domingo, 23 de febrero de 2014

LA LUCHA

Toca hablar de la seguridad social, a la que hoy por hoy estoy inmeeeensamente agradecida porque me ha dado lo más bonito que tengo: mi Budita. Pero en un pasado fue mi peor pesadilla. Como ya comenté en la anterior entrada se me pasó la revisión anual con el gine del hospital y que acabé en el del ambulatorio porque me dijo que él también podía tratarme, ja! Qué ilusa.
 
Cuando los gines de ambulatorio dejaron de hacer revisiones y te mandaban directamente a la matrona, me di cuenta de que el seguimiento que me hacían no era el de alguien con mi problema, si no el de alguien que pasa controles ginecológicos rutinarios. Así que empecé por comentarle que el anticonceptivo que me había recetado me estaba poniendo como una vaca, mala cara: que era el más suave de los anticonceptivos, que si patatín que si patatán... y yo insistiendo en que a mi no me iba bien hasta que, por aburrimiento, me los cambió. Después que si ella, sí esta vez me tocó mujer, ya no me iba a ver más hasta que me tocara la citología y que cualquier duda a la matrona.
 
Una de las revisiones, en las que yo ya salía con papa Budita, decidí preguntar qué pasos tendría que seguir para quedarme embarazada (en mi ciudad no hay ovodonación). Yo tenía muy claro que sería por ovodonación porque así me lo explicó en una de las últimas citas el gine del  hospital, pero quería saber cómo empezar, los pasos a dar...  Total que el día que me toca matrona y le preguntó que qué tendría que hacer para quedarme embarazada, me mira con ojos de loca como si yo fuera idiota y me suelta: pues dejar de tomar la píldora para empezar... Y entonces a mi se me encendieron todas las alarmas porque me di cuenta de que había estado perdiendo el tiempo durante muchos años y que esos gines no iban a saber tratarme y que mucho menos se habían molestado en leer mi historial.
 
Y me fui a atención al paciente a pedir cambio de gine y que me remitieran al del hospital directamente. Respuesta de la seg. social: los profesionales de mi centro de salud estaban capacitados para llevar mi caso; vuelta a reclamar, misma respuesta. Así que viendo que por ese camino no iba a lograr nada, pedí cita con la matrona para que me pasase con la gine. En aquella consulta me sentí como si realmente fuera idiota, me explico; llevé mi historial médico (lo solicité en atención al paciente), le expliqué mi situación y qué había comentado con el gine del hospital y todavía tuve que escuchar que me fuese de fin de semana romántico, relajadita y vería como conseguía quedarme embarazada. Hice de tripas corazón para no arrancarle de cuajo la cabeza y le pedí amablemente que me diera el volante para pedir cita con el gine del hospital. Al final me lo hizo prácticamente como perdonándome la vida, pero me lo hizo que fue lo que a mi me importó en aquel momento.
 
En esto yo ya tenía 34 años y tuve que esperar prácticamente otro año para que me dieran consulta con el ginecólogo del hospital. Y aunque sentía que no era mayor para ciertas cosas, si empezaba a serlo para otras como los tratamientos. Porque había que confiar en que me llamaran pronto del otro hospital, que el proceso de la donante no fuera muy lento, que el tratamiento funcionara a la primera... En fin, muchos factores.
 
A los 35 me citaron en mi hospital, ya con papá Budita. Nos hicieron estudios a los dos y tras hacer el informe lo mandaron al hospital de la ciudad del a lado que es la que lleva el tema de ovodonación. De allí tendrían que llamarme para darnos la primera cita, nos la dieron relativamente pronto: para 6 meses, las listas estaban en un rango de espera de entre 1 y 2 años. Yo tuve suerte o qué sé yo y empecé un septiembre de calor y lleno de esperanzas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario