miércoles, 28 de mayo de 2014

LA ESPERA SÍ DESESPERA

Y llegó septiembre y yo, físicamente, ya estaba preparada; aunque mentalmente fuera otra cosa. Sinceramente es curioso cómo el cuerpo le pide a la mente que tire pálante y que se recupere; y es curioso, también, cómo la mente le dice al cuerpo que aminore la velocidad que se está mareando. No sé, incluso sabiendo que era una cosita de menos de 1 cm era mío y mi mente no lo dejaba irse. Aún así tiré palante como pude y fui buscando, poco a poco, la ilusión que tenía la primera vez.
 
 Fui a la consulta del doctorcito con la donante que yo llevaba para acelerar los trámites. Nos dijo que todo bien, que ella empezara con la medicación y que nos iría llamando para seguir con el proceso.
Como para noviembre no me habían llamado, llamé yo y resulta, oh casualidades, en noviembre y diciembre no hacían tratamientos (supongo que para no perderse las vacatas de navidades o vete tú a saber por qué) y que me llamarían ellos.
 
Me llamaron a mediados de enero para que empezara con la meriestra y luego ya las indicaciones de cuándo empezar con la progesterona. Estaba que no cabía en mi misma de alegría, allí estábamos otra vez en el lío y encima en enero, que no iba a coincidir con las mismas fechas del año anterior. El fin de semana anterior a la transfer teníamos reservado papá Budita y yo un finde romántico por su cumpleaños. Fue una verdadera jodienda el que no pudiéramos mantener relaciones desde el viernes jajajaj!
 
Pero no todo iba a ser tan fácil, no. Fuimos a llevar los soldaditos del papi para que los fecundaran con los óvulos de la donante y al mediodía me llaman que no han podido sacarle nada a la donante y que se cancela la transferencia. Bajonazo total! El doctorcito se comprometió a buscarme una donantes lo antes posible, así q a dejar medicación, esperar regla y llamadita. Parecía que todo tenía q salirnos mal y empezaba a desesperarme. Es cierto que la espera desespera.
 
Al final nos llamaron en marzo y la transfer coincidió, una vez más, con la Semana Santa... Así que a quedarse en nuestra ciudad. El día de la transfer coincidimos con otra pareja de nuestra ciudad y fue curioso la transparencia con la que hablaban del tema de la ovodonación cuando yo sólo lo hablaba con 2 personas más allá de mi familia y papá Budita. Ojalá fuera yo capaz de quitarme esa losa de encima...
 
Otra vez a por la betadesespera y aunque sentía que esta vez sí saldría bien, mis miedos empezaron cuando al ir a una revisión del dentista manché cuatro o cinco hilillos marrones. Todo el mundo me decía que era normal, que era el sangrado de implantación; pero yo no dejaba de pensar que esta vez no había llegado ni siquiera a la beta y que quizás yo y mi cuerpo no estábamos hechos para ser madres. También esta vez me hice 2 predictors y los 2 positivos, más contenta imposible aunque en el fondo tuviera ese miedo por los malditos hilillos.
 
La primera beta dio un buen número y muy contentos, a la segunda ya fui manchando y con un pesar inmenso. Ni el doctorcito ni en urgencias quisieron hacerme ecos vaginales para no "enredar" en demasía y perjudicarme más que ayudarme. Decidí tomar la progesterona vía oral en lugar de vía vaginal, porque cada vez que me introducía las cápsulas sangraba, así que me pasaba las mañanas y las noches prácticamente drogada. Las siguientes betas fueron subiendo y en la semana 7 nos hicieron la primera eco en el hospital de la ciudad del tratamiento, para ver si eran 2 o 1 saquito, si estaba todo bien, cuánto medían... No sabéis la llantera que nos pegamos papá  Budita y yo cuando oímos latir el corazón del pequeño Buda por primera vez; no sé ni cómo explicarlo...
 
Hasta la semana 10 no dejé de manchar y juro que era un come-come continuo cada vez que iba al baño pensando que me iba a pasar lo mismo que la otra vez. Y no dejaba de jurarme a mi misma que si volvía a perderlo/s no iba a pasar nuevamente por lo mismo. Esta vez ni siquiera mi cuerpo iba a estar preparado.
 
Después de la ecografía estuvimos con el doctorcito y esa fue la última vez que estuve con él, a partir de entonces a mi médico de cabecera, a la matrona y gines de mi centro de salud y revisiones de un embarazo normal (natural, vaya).
 
Y ahí, señores y señoras, fue cuándo realmente empecé a disfrutar de mi embarazo.

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