viernes, 25 de julio de 2014

Y LLEGÓ EL PEQUEÑO BUDA

Ojalá pudiera decir que el pequeño Buda se quedó en la mini tripa de mami pero no fue así.
 
Echando la vista atrás me doy cuenta que hubo varios indicios de que la cosa no iba bien: continuas ganas de ir al baño como si el bebé estuviera ya apretándome la vejiga (casi ni estaba de 6 meses), contracciones continuas, dolores de útero... pero como los que saben me decían que todo estaba bien, no quise darme cuenta.
 
El domingo de madrugada me levanté al baño por quinta o sexta vez y al hacer pis eché un buen coágulo de sangre. Pegué un grito para despertar a papá Buda  y después de medio templar los nervios nos fuimos a urgencias. Allí me volvieron a colocar los cintos, ecografías, medición del cuello del útero y el bebé seguía estupendo pero yo estaba sangrando. Papá Buda se mareó de la tensión y se lo llevaron a boxes, así que imaginaros la situación: yo en paritorios con los cintos sin poder moverme y sin saber qué le pasaba al papi. Al final se quedó en una bajada de tensión por los nervios y lo subieron conmigo.
 
Estuve con los cintos puestos como hora y media con contracciones no dolorosas hasta que empezaron a dolerme. Venían cada 5 minutos y realmente era un dolor insoportable. Papá Buda no sabía ni qué hacer ni qué decir para calmarme, pero es que no había nada que pudiera hacer, dolía y listo.
 
Las gines nos dijeron que iban a ponerme medicación para intentar parar las contracciones y también corticoides para madurar los pulmones del bebé. Aún tengo todo aquello como en una nebulosa, como si no fuera conmigo, como si no me estuviera pasando a mi. No dormimos nada en toda la noche y a la mañana, cuando me llevaron a la habitación, llamamos a la familia para que supieran lo que estaba pasando. Mis padres viven al lado del hospital, así que estuvieron allí en un tris. Los padres de papá Buda también vinieron enseguida.
 
Las contracciones fueron remitiendo, así que parecía que la cosa iba mejorando aunque, dios sabe por qué, yo sabía que de aquella semana no pasaba y que el pequeño Buda vendría sí o sí. Pasé el lunes medianamente, sin menearme mucho de la cama y rezando para que la medicación sirviera de algo. Pero de madrugada, todo pasa de noche os habéis dado cuenta, volvieron las contracciones y me volvieron a llevar a paritorios. Ya no hubo maneras de pararlas y, gracias a dios, pudieron ponerme la segunda inyección de corticoides del tratamiento. Volvimos a llamar a mi madre para que viniera mientras papá Buda descansaba algo. Las contracciones eran cada vez más seguidas y la cantidad de gines que pasaban por la habitación aumentaba por momentos. El cuello del útero estaba cada vez más abierto y empezaba a dilatar. La verdad es que yo no hacia más que escuchar a otras chicas gritar por el dolor de las contracciones y lo único que podía pensar era en los afortunadas que eran de saber que estaban de parto.
 
Uno de los gines entró en la habitación y me dijo que había que sacar al bebé, que sospechaban que yo tenía algún tipo de infección  y que el cuerpo estaba tratando de expulsarlo. Así que entró papá Buda mientras nos explicaban que no podía ser parto natural porque al ser tan pequeño podía quedarse atascado en el conducto y que la única opción era una cesárea. No hacía más que repetirme si lo había entendido y fue justo entonces cuando yo me puse histérica. Me quería ir a casa, no quería que nadie me tocara y las auxiliares y matronas preparándome para la intervención, aquello parecía un circo, de verdad.
 
Papá Buda no sabía qué hacer e intentaba calmarme pero no había manera. Al final me metieron en quirófano y ni siquiera sé si me despedí de él. Me pusieron anestesia raquídea y algún tipo de relajante porque a parte de no sentirme de piernas para abajo, me entró un sopor increíble. Los gines me meneaban mientras sacaban a mi bebé pero yo no notaba nada de nada. De pronto oí a mi pequeño Buda llorar y me sonó a gloria, se acercó alguien (recuerdo más bien poco de aquello) con gafas rojas que me dijo que el pequeño estaba bien y que tenían que llevárselo. El pequeño Buda nació el martes a las 28 semanas de gestación y pesando 1.100 kg.
 
Me sacaron del quirófano y al primero que recuerdo es a mi suegro, qué cosas. Luego a papá Buda dándome besos. Eran las 3 de la tarde más o menos, no salí de la unidad de recuperación hasta las 9:30 de la noche. He de decir que yo no recuerdo nada, me quedé dormida según salí de la cesárea pero mientras estuve en el quirófano y recuperación me dieron taquicardias, la saturación de oxigeno bajó bastante y estuve enganchada al oxigeno y a un monitor de cardiopatía. Cuando me desperté tenía mucha sed pero no podía beber agua, así que me mojaban la boca como con una pistolilla. Vomité la anestesia, siempre me sienta fatal y no terminaba de despejarme pero realmente yo no era consciente de que mi familia y la  de papá Buda con él a la cabeza estaban fuera en un sin vivir.
 
Cuando me sacaron de allí me llevaron a la habitación y ellos pudieron respirar tranquilos. Papá Buda siempre me dice que le he quitado muchos años de vida por aquello. Le entiendo perfectamente. Me enseño la primera foto del pequeño Buda en la incubadora lleno de tubos y a mi me parecía irreal, como si eso no hubiera pasado. Mandamos la foto a los amigos y después nos quedamos dormidos. No descansamos mucho porque en los hospitales tocan diana a eso de las 7, así que a tomarme temperatura, a levantarme que hay que andar para que las grapas te tiren (eso es un pensamiento mío), y a decidir mientras la enfermera sostiene un sacaleches en la mano si vas a amamantar a tu hijo o no. Jesús qué presión! Yo ni me lo había planteado todavía, pero con esa perspectiva dije que sí, así que ahí comenzó mi larga relación con el sacaleches que contaré más adelante.
 
Me asearon y me dijeron que a la tarde podría acercarme a  ver al pequeño Buda, de eso nada les dije: yo voy ahora. Me llevó papá Buda en silla de ruedas hasta donde estaba mi pequeñín: respirando por si mismo y alimentándose por la tripota de la poquita leche que yo le había llevado. Y ese mismo día empezó nuestra historia en el hospital, una historia que duró prácticamente dos meses.

1 comentario:

  1. Madre mia Miren. No sabia que budita habia sido tan prematuro. Tiene que ser durisimo marcharte con el alta a casa y dejar a tu hijo en neonatos. Un abrazo.

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